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El deseo sexual se considera un constructo dimensional y dinámico: dimensional porque las personas varían entre sí en cuanto al grado e intensidad de su deseo sexual y dinámico porque en un mismo individuo, éste fluctúa a lo largo de distintas etapas y ciclos. Esto explicaría que las personas pasen por periodos donde prácticamente no experimentan deseo sexual (como durante una convalecencia o un duelo) y por otros donde su deseo puede ser muy elevado (la adolescencia o durante los primeros meses de una nueva relación). Estas fluctuaciones son relativamente frecuentes; el problema aparece cuando una de estas etapas se prolonga en el tiempo–más de 6 meses y la situación acaba provocando malestar clínicamente significativo. Cuando una persona experimenta un deseo sexual que considera desmedido, pero también una incapacidad patológica para el control de sus impulsos sexuales, entonces podría padecer una adicción sexual.

Las adicciones sexuales se manifiestan de muy variada forma, pero en la mayoría de casos se comparte una sintomatología común:

  • Excesiva frecuencia de masturbación o coital.
  • Búsqueda incesante de nuevas parejas sexuales.
  • Incapacidad para mantener una pareja estable y en caso de hacerlo, múltiples infidelidades.
  • Excesivo uso de Internet con fines sexuales (adicción al cibersexo).
  • Pensamientos recurrentes, fantasías y continuo deseo de mantener relaciones sexuales.
  • Uso del sexo como regulador emocional (sexo para aliviar estados emocionales negativos)
  • Persistencia en la conducta sexual a pesar de las consecuencias negativas que acarrea.
  • Se estima que en torno al 6% de la población experimenta algún tipo de adicción sexual. Ésta suele manifestarse por primera vez durante la adolescencia, gana severidad durante la etapa de maduración psicosexual (entre los 18-25 años) y se manifiesta en toda su gravedad en torno a las 26-30 años. La adicción al sexo raramente remite espontáneamente, siendo más habitual la alternancia de periodos de relativa mejora seguidos de recaídas donde la intensidad y la gravedad del cuadro clínico se incrementan. De modo que cuando se presenta este problema, muchas veces se hace necesaria una intervención psicológica que consiste habitualmente en programas de tratamiento cognitivo-conductuales orientados al incremento del control sobre la conducta sexual.