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En este sentido y atendiendo a la gravedad de esta discrepancia cabría la posibilidad de que la persona fuera diagnosticada de disforia de género, según el DSM5. Es importante clarificar que tal diagnóstico no supone enfermedad mental alguna sino que se trata de una condición en la que el elemento crítico es la presencia de malestar clínicamente significativo asociado a la condición de género.
Las personas con problemas de identidad de género pueden ver afectado su autoconcepto y autoestima, experimentar dificultades en la elección de pareja sexual, aislamiento social, ser víctimas de prejuicios sociales e incluso de abusos sexuales.
La detección y atención temprana de los problemas relativos a la identidad de género puede reducir de manera considerable el malestar experimentado, así como la probabilidad de otros trastornos relacionados como son los trastornos de ansiedad y depresivos. Para este propósito, la asistencia psicológica se ajusta a las necesidades que comporta cada etapa evolutiva, con la finalidad de ayudar en la propia definición de la identidad de género, facilitar los procesos de adaptación social y dotar a la persona afectada de recursos para hacer frente a posibles situaciones de rechazo o discriminación social. Esta intervención psicológica será importante no sólo en los momentos iniciales de falta de congruencia sino a lo largo de todo el proceso de reasignación de sexo en los casos que lo requieran.